No estoy seguro de si le pasará a todo el mundo, pero en mi caso, cuando caigo por casualidad o decisión premeditada en una página web que capta mi atención, me gustaría saber qué ocurre al otro lado de la pantalla. Suelo imaginarme quién escribe todo ese contenido intrigante, quién crea los vídeos que me interesan o cómo será el pasado de algunas personas que publican sus fotos. Debido a ello, creo que es necesario actuar de forma acorde a mis gustos y hablar un poco sobre mí mismo.
La vida del emprendedor no es una vida fácil, desde luego, pero quizá esa parte de mi vida es más aburrida. Actualmente dirijo una empresa de marketing que me ha costado sacar a flote, tengo 30 años y vivo en Madrid, pero empezaré a contar mi historia desde los cimientos.
Nací en una pequeña localidad del norte de España. Lo cierto es que tuve una infancia fácil, pasé los dieciséis primeros años de mi vida en el mismo colegio, rodeado de los mismos amigos de siempre y en un lugar en el que nunca hubo ni conflictos ni malos miramientos. De mi familia tampoco me puedo quejar, soy el pequeño de dos hermanos, con la mayor me llevo diez años de diferencia y con mi hermano mediano siete. Esto quiere decir que siempre tuve alguien que velara por mi seguridad y se preocupase de que no me metiera en líos, algo así como tener cuatro padres.
A los dieciocho años llegó una de las partes más divertidas e ilusionantes de la vida de muchas personas: empecé a estudiar una carrera universitaria fuera de mi hogar. Como no arrastraba muy mala nota desde bachiller, se me abrió un interesante abanico de posibilidades. Decidí aventurarme con una ingeniería de diseño en la Universidad de Zaragoza, no me iba lejos de mi hogar, pero la vida de una residencia de estudiantes es muy diferente a la que se tiene con los padres metidos en casa. La carrera fue sobre ruedas, aprendí sobre diversos aspectos de la vida y maduré los que más me interesaban.
El comienzo de la vida profesional
Para ser sincero, mi carrera no estuvo nada mal, pero creo que aprendí menos cosas en las aulas de las que aprendí por mi propia cuenta. Me metí de lleno en el mundo del diseño de productos, marketing digital y este sector que tan al alza está actualmente. Cuando terminé, seguí viviendo en la misma ciudad, pero me mudé a un apartamento con amigos. Allí estudié un máster en el que tampoco perfeccioné demasiado mis habilidades, pero me sirvió para introducir el hocico en una empresa como becario y comenzar mi vida laboral como empleado de IKEA.
Después de aquel gigante sueco, tuve el placer de pasar por algunas empresas más, donde he de admitir que sí adquirí conocimientos útiles y tomé conciencia de dónde me estaba metiendo. Lo cierto es que, como formación me parecía todo muy útil, pero mi ambición me preguntaba cuándo empezaría a medrar en el escalafón social. Una de las cosas que aprendí es que, cuando trabajas como empleado en cualquier sitio, tienes que esperar mucho tiempo hasta que aplaudan tu trabajo y te den un reconocimiento.
Antes de lanzarme a intentar triunfar con mi propia empresa, decidí elevar las expectativas de mi búsqueda de empleo, pero resultó una misión suicida. Pedían demasiada experiencia y demasiada juventud y ofrecían salarios muy bajos. Así fue como decidí convertirme en trabajador autónomo y ser mi propio jefe. Desde luego, tenía claro que me iba a esforzar y así acaban llegando los premios y el reconocimiento al trabajo. En gran parte, esto es el origen de este blog, ya que siempre tuve la duda de si decantarme por el diseño de productos o el diseño de interiores. Haciendo balance, llegué a la conclusión de que lo segundo se podría convertir en mi hobby y dedicarle el tiempo libre que creyese necesario.